Publicamos un artículo que resume la última enciclica del Papa.
Esperemos que este artículo os motive a la lectura.
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La encíclica «Caritas in Veritate»: un primer apunte esquemático
Por José Ignacio Calleja*
- El título sólo es afortunado entre teólogos.
- Yo recomendaría leer primero el número 78 de la conclusión
- Lo más original creo que es el capítulo de la técnica como ideología, nn. 68-77. Muy interesante, en relación a la cultura, la economía y la vida social, el pensamiento, los derechos humanos, la bioética; muy interesante; por supuesto en la clave de la ley natural según la interpreta la Iglesia. Pero hace pensar a cualquiera. No todos lo compartirán, claro está.
- Los nn. 1-6 de la introducción son muy importantes, pero los conceptos no son claros en su significado; hace falta ser teólogo para conocerlos e integrarlos en una teología de la caridad. .
- Fundamentalmente es una actualización de la Populorum progressio de Pablo VI (1967), hecha con acierto, atendiendo a nuevos aspectos del desarrollo humano de los pueblos, y acentuando las sensibilidades de Benedicto XVI.
- Por tales sensibilidades tengo la relación “dialéctica”, pero armoniosa, entre Caridad y Verdad, entre Verdad y Libertad; y entre sus instrumentos, el diálogo indisoluble de razón y fe, lo natural y lo sobrenatural, la ética racional y la moral de la fe, el desarrollo material de todo y el espiritual, la Encarnación y la Salvación, etc Es lo más propio de sus discursos, así como de la Deus Caritas est y la Spe salvi.
- Muy interesantes las aportaciones sobre el gobierno político de la globalización, por supuesto, democrática, y bajo el principio de subsidiaridad (sic); y sobre el desarrollo respetuoso de la ecología ambiental, humana y social, además de universal e intergeneracional.
- También sus aportaciones sobre el comercio mundial, libre pero primero justo, y sobre la inclusión de los pueblos en su futuro, como sujetos de deberes compartidos. Muy interesante ese compartir no sólo derechos sino deberes; responsabilizar a los pueblos y las personas en sus deberes, pero permitirlo primero.
- Muy bien resuelta la identidad de la DSI en relación a la teología y a las ciencias sociales, como un saber peculiar, en el cruce interdisciplinar de la teología, la filosofía, las ciencias humano-sociales, y la experiencia integral del ser humano, sobre todo, de su espiritualidad. Más sabiduría “teológico-espiritual”, que “teoría teológica”.
- Interesante la incorporación de los problemas de “la bioética” al ámbito de la DSI, y de la moral social cristiana, por tanto, como expresiones donde se juega el humanismo integral del desarrollo de forma clara.
- Sorprendente la importancia con que se reclama la aportación que entre la empresa privada y la pública, o entre el mercado del beneficio y el mercado del servicio, puede jugar no “un tercer sector”, cada día más amplio, no sólo el del voluntariado de la solidaridad gratuita, sino también una economía verdaderamente productiva y rentable, pero donde el beneficio no sea el factor exclusivo, ni siquiera el determinante, versus la solidaridad social.
- El mercado, de facto, en su lógica propia, debiera merecer una crítica más severa (n. 36) como institución menos aséptica en cuanto tal.
- Los temas, en la encíclica, están tratados con moderación moral y equilibrio; no es la moral social más arriesgada en sus análisis y propuestas, pero sí representa un posición muy equilibrada del “sensus fidei” y “sensus fidelium” en materia de moral social; y desde luego, frente a posiciones neoliberales, claramente crítica.
- Adecuado me parece subrayar que el problema es qué globalización, qué gestión, de quiénes y para quiénes.
- Buena claridad al referirse a la procreación responsable como contribución efectiva al desarrollo humano integral (n. 44).
- Muy atinada la crítica a la Ayuda Oficial al Desarrollo y a los peligros de burocratización elitista y cara (n. 47).
Y ¿lo más opinable?
- Se nota que hay muchas manos en la redacción, siendo claro que la parte más teológica es la que mejor representa a Benedicto XVI, mientras que los desarrollos más técnicos, han sido asumidos como propios. Eso hace que la larga introducción y los pasajes más teológicos representen otro estilo literario, no en cuanto al fondo, que el resto del texto. A veces parece que hemos cambiado de encíclica. Esa parte teológica, y especialmente la introducción (nn. 1-9), es muy bella.
- A mi juicio es demasiado larga. Recoge tantos aspectos e introduce tantos matices, que difícilmente será leída. Los divulgadores harán “el agosto”.
- Es curioso que no se plantee la cuestión del “decrecimiento” como forma de cambiar los estilos de vida (nn. 21 y 51).
- La cuestión de las pobrezas más hondas (n. 53) en relación tan radical con la soledad y la falta de amor, sí, pero suena idealista entre tanta carencia “más material, legal o institucional”; esto habría que mejorarlo. Sí, pero…
- La idea del trabajo decente, digno del ser humano, y su significado, es muy atractiva moral y políticamente (n. 63).
- La crítica del sindicalismo, merecida, y su aprecio, también (n. 64),
- La crítica del mundo financiero yo la esperaba más dura y concreta (repensaré esto en otro momento); la reivindicación de las pautas éticas que nunca deben saltarse en ese mundo, acertadas, pero muy “personalistas” La reforma de la ONU y del Sistema Financiero Internacional, bien presentado, y un lugar común en la moral social cristiana, y laica, de nuestro días.
- La forma de ver cómo el mundo moderno se aproxima a la cuestión de los derechos humanos, criticada con acierto, pero un poco de trazo grueso (nn. 43 y 75).
- En casi todas las cuestiones la Iglesia es como si estuviera fuera del escenario de los errores sociales. Quizá falta autocrítica. Algo así como, “nosotros ya sabíamos lo que iba a pasar”.
En conjunto —y esto sólo es un apunte de urgencia— la encíclica acoge la moral social cristiana ante la globalización, siguiendo a la Populorum progressio, y lo hace con muy buena sintonía teológica, (hay otras teologías, claro está), buena información “científica o social” sobre la realidad, y razonables propuestas morales, políticas y espirituales, que sin ser de “rompe y rasga”, son de lo más digno que circula por ahí en el mundo “desarrollado” (Continuará)
* José Ignacio Calleja es sacerdote y profesor de Moral Social Cristiana en Vitoria. Lee otros artículos suyos
Virgen de la Medalla Milagrosa
Hace 13 años
2 comentarios:
Saludos hermanos, saludos hermano Gizatar, quiero disculparme mi ausencia en cuanto a los comentarios, pues ya hace rato no dejaba ninguno, siempre sigan posteando tan interesantes post, éste último que colocan es introductivo e importante, esta semana comienzo a leer la carta del Papa y este post me servirá de mucho para ubicarla en contexto, gracias por tan importante información-formación que nos dan. Saludos desde América, bendiciones.
Gracias por tu visita desde America, Baregó.
Hay quien comenta que la encíclica está escrita para America.
Ya nos comentarás la lectura la carta.
Un fraternal abrazo!!!
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