viernes, 6 de marzo de 2009

II Domingo de Cuaresma.

Os pasamos la celebración de la Palabra del II Domingo de Cuaresma.

Hoy ampliamos un poco más el abanico de comentarios.

Esperemos que os ayuden.

"Leer más"

P. José Enrique Ruiz de Galarreta, S.J.
El Padre es capaz de entregar a su propio hijo - Marcos 9, 1-9


P. Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Encuentros con la Palabra
Segundo domingo de cuaresma – Ciclo B (Marcos 9, 2-10)
"Este es mi Hijo amado: ¡Escúchenlo!"


Carlos Mester y Equipo.
2º Domingo de Cuaresma
La Transfiguración de Jesús: la cruz en el horizonte. La pasión que conduce a la gloria


Dominicos
Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)
Éste es mi Hijo amado; escuchadlo




Segundo Domingo de Cuaresma
Tomado de http://www.pastoral-vocacional.org/

Gén 22, 1-2.9-13.15-18
Rom 8, 31b-34
Mc 9, 2-10



1.Comentario vocacional

El seguimiento de Jesucristo no es fácil. Lo sabemos por experiencia. En este sentido ya reflexionábamos el domingo pasado sobre las tentaciones que nos acosan en todo momento. Siempre estarán ahí, como compañeras fieles de la marcha. La verdad es que cuando tropezamos y caemos podemos desanimarnos e incluso pensar que el seguimiento es demasiado para nosotros, que no somos capaces y que es mejor tirar la toalla.

El texto de la Transfiguración, que nos presenta la liturgia todos los años en este segundo domingo de cuaresma, hay que leerlo y entenderlo desde su contexto. Jesús acaba de anunciar su pasión y su muerte a sus discípulos (Mc 8,31-33). Además les ha explicado claramente las condiciones para ser seguidor suyo (Mc 8, 34-9,1): “si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga”… El panorama que se le presenta a los discípulos vemos que no es nada brillante ni aleccionador.

Quizá nos pase a nosotros lo mismo que a Abrahán y escuchamos al Señor que también nos dice “toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac y ofrécemelo en sacrificio”. Abrahán ya había renunciado a su tierra, a su pasado. Ahora el Señor le pide que renuncie al porvenir, a su descendencia. Lo que le pide en definitiva, es renunciar a la promesa que había esperado de Dios. Abrahán había sido fiel y como consecuencia, Isaac le pertenecía; su hijo era la prueba que le había ayudado precisamente a mantenerse fiel. Si Dios se lo pedía, era un Dios injusto, un Dios que no respecta el pacto, la alianza. Sin embargo y a pesar de todos estos razonamientos, Abrahán sólo tiene un “aquí me tienes” como respuesta y actitud vital. La fe-obediencia de Abrahán llega a ser completamente madura e incondicional, es decir, una fe pura, sin pruebas.

¿Cuál es el “hijo” que Dios nos pide sacrificar? El nos pide renunciar a nuestro propio proyecto personal, a nuestro porvenir, al fruto de nuestra vida, a nosotros mismos. Ese es el hijo que hemos de sacrificar. Muchas veces nos cuesta hacerlo. Pero para aquellos a quienes nos cuesta aceptar la cruz en nuestro camino vocacional, Jesús en el evangelio de hoy nos permite contemplar su misterio y anticipar su victoria sobre la cruz y la muerte, de manera que podamos recobrar el ánimo y seguir adelante.

El texto del evangelio es una teofanía según el esquema propio de este tipo de relatos: montaña, apariciones, voces, etc… Es una teofanía que nos muestra quién es Jesús, la identidad de aquel a quien seguimos. Él ha cumplido todas las promesas del Antiguo Testamento, simbolizadas en la presencia de Elías y Moisés. Él es el Hijo amado del Padre, el Hijo de Dios. Pedro, Santiago y Juan, recobran fuerzas. Ya saben que siguen al Hijo de Dios, han visto su gloria. Pero reciben un mensaje conciso: “escuchadlo”. Es esta actitud de escucha la propia del discípulo y seguidor; por ello la invitación a aceptar su mensaje, a pesar de que hable de cruz y sufrimiento.

Sabemos, no obstante, que la vida no es una permanente teofanía, sino que la batalla cotidiana tiene lugar en el valle a donde es preciso bajar. Pero ahora se baja con otro espíritu, con otro ánimo. Bien pueden los discípulos decir con Pablo: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”. Esta confianza básica se funda en el amor incondicional de Dios que nos sostiene en medio de nuestras dificultades, dudas y mediocridades.

Nuestra vocación recibe hoy, sin duda, un gran impulso.





2. Ideas para la homilía


- Es frecuente que en nuestro seguimiento de Cristo vivamos el desánimo debido a las dificultades y las exigencias del mismo. Lo más duro es cuando el Señor nos pide sacrificar lo que más queremos y valoramos: nuestro propio ser.

- Para animarnos Jesús se nos revela como Hijo de Dios. El anuncio de su resurrección nos recuerda el premio que hay para los que son fieles. La cuestión está en escucharle, a pesar de que su mensaje sea duro.

- Con ánimo fortalecido, descendemos a la cotidianeidad de la vida. La fe nos hace confiar totalmente en Dios. Ya no hay razones para temer.



3. Preguntas para la reflexión personal o en grupo



-¿En qué momentos de tu vida se hace más difícil seguir a Jesús? ¿Por qué?

-¿Cuál es el “hijo”, el único al que quieres, que Dios te pide sacrificar? ¿Estás dispuesto a hacerlo?

-¿Qué situaciones de transfiguración has experimentado en tu vida?

-¿Cómo se concreta en tu vida la actitud de escucha?

-¿A qué montañas has de subir para sentirte transfigurado por el Señor? ¿A qué lugares has de bajar para vivir el seguimiento?



4.Un poco de poesía



En medio de la sombra y de la herida

me preguntan si creo en Ti. Y digo

que tengo todo cuando estoy contigo:

el sol, la luz, la paz, el bien, la vida.



Sin Ti, el sol es luz descolorida.

Sin Ti, la paz es un cruel castigo.

Sin Ti, no hay bien ni corazón amigo.

Sin Ti, la vida es muerte repetida.



Contigo el sol es luz enamorada

y contigo la paz es paz florida.

Contigo el bien es casa reposada

y contigo la vida es sangre ardida.

Pues, si me faltas Tú, no tengo nada:

ni sol, ni luz, ni paz, ni bien, ni vida.



(José Luis Martín Descalzo, Testamento del Pájaro Solitario)



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