viernes, 14 de enero de 2011

2º Domingo del Tiempo Ordinario. Comentario a la Palabra.

¡Hola Amigos!

Un fin de semana más presentamos la Palabra del DOmingo. "Leer más"

PP. Dominicos.
“Éste es el Cordero de Dios, que quita los sufrimientos del mundo”
El que Jesús recibiera de Juan el bautismo para el perdón de los pecados representó un problema para los cristianos en los momentos en los que empezaban a escribir la historia de Jesús; un problema demasiado conocido para ser orillado o negado, y que cada evangelista tuvo que afrontar como mejor pudo. Por eso en los cuatro Evangelios hay una diversidad –por no decir conflicto– de interpretaciones acerca de la figura del Bautista.

En los tres primeros evangelios, el bautismo de Juan está claramente definido (Mc 1,4 paral.) como un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. Pero el cuarto evangelio –que es el que nos corresponde hoy–, la principal función que asigna a Juan no es la de bautizar (de hecho, ni siquiera se dice que bautice a Jesús) ni la de predicar el cambio de orientación a la vida, sino la de dar testimonio de Jesús; el Bautista es la primera persona que el cuarto Evangelio presenta como testigo (1,7-8,19). Y da testimonio de Jesús definiéndolo como la luz (1,7), el Señor (1,23), el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (1,29), el Elegido (o el Hijo) de Dios (1,34), el Mesías prometido (1, 32.33). Todos estos títulos de Jesús de los que da testimonio Juan son títulos salvadores. En definitiva, Jesús es nuestro salvador.

Los cristianos estamos llamados a dar testimonio de que Jesús es el Mesías, el profeta de la salvación, llevando la ayuda allá donde la gente esté padeciendo cualquier tipo de esclavitud, de carencia o de sufrimiento.

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Carmelitas Lectio: Domingo, 16 Enero, 2011 Juan Bautista anuncia a Jesús como Cordero de Dios
Juan 1,29-34



1. Oración inicial

En esta lectura orante del evangelio de Juan nos podrán acompañar y servir de estímulo las palabras de John Henry Newman, que con estas palabras gustaba dirigirse orando al Señor: “Estás conmigo y yo comenzaré a resplandecer como tú resplandeces; a resplandecer hasta llagar a ser luz para los demás. La luz, oh Jesús, vendrá toda de ti: no será nada mérito mío. Serás tú quien resplandece, a través de mí, sobre los demás. Haz que yo te alabe así, en el modo que más te agrada resplandeciendo sobre todos aquellos que me rodean. Dale la luz a ellos y dame la luz a mí; ilumina a los otros juntamente conmigo y a través de mí. Enséñame a defender tu alabanza, tu verdad, tu voluntad. Haz que yo te anuncie no con las palabras, sino con el ejemplo, con aquella fuerza de atracción, aquella influencia sólida que proviene de lo que hago, con mi visible semejanza a tus santos y con la clara plenitud del amor que mi corazón nutre por ti”. (Meditations and Devotions).

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