En estos días de cuaresma queremos estar con los últimos de la Tierra. Por eso los traemos presentes a la primera plana del blog durante estos 40 días.
Nos mueve la necesidad de convertir nuestro corazón.
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publicado en Forumlibertas el 23/04/2008 de Jorge Enrique Mújica .
Los casos recientes de Tony Blair, Mercedes Aroz o Magdi Allam son la punta de un suave iceberg de personas anónimas.
Al echar una mirada al panorama de la fe católica en el mundo actual, podríamos dejarnos llevar por la quimérica impresión mediática de que más bien está a la baja. A veintiún siglos de distancia cabe la pregunta: ¿aún hay quien se convierte? Y la respuesta es clara y tajante: sí. Aún hay quien se convierte en pleno siglo XXI, a pesar de esa extendida mala imagen que muchos tienen o dan del catolicismo.
Según el diario Le Monde (cfr. 2 de abril de 2008) entre 150-200 musulmanes se convierten cada año al catolicismo en Francia mientras que el Reino Unido, confesionalmente anglicano, ha llegado a contar con una población de religión católica que ya llega al 16%. O ahí está el caso de Cuba donde de 1990 para acá los católicos han ascendido en un 45% a pesar de ser un Estado ateo.
El anuario Pontificio 2008 reportó un crecimiento relativo de católicos de 1,4% del 2005 al 2006 (de 1.115 a 1.131 millones de creyentes).
Ciertamente los datos son oscuros y no dicen mucho acerca del itinerario personal, las más de las veces costoso, que sigue un ser humano que decide cambiar de religión o abrazar por vez primera una. Cada experiencia es única y valiosa pero, por su impacto, vamos a repasar tres ejemplos recientes de resonancia mundial.
Tres conversos conocidos: un inglés, una española y un egipcio
Generalmente se usa el término “conversión” en referencia a la exigencia de conducir a los no creyentes a la Iglesia de Cristo. No obstante, la conversión (metanoia) tiene también el significado cristiano de cambio de mentalidad y actuación, como expresión de la nueva vida en Cristo proclamada por la fe: es una reforma continua del pensar y obrar orientada a una identificación con Cristo cada vez más intensa a la cual están llamados todos los bautizados.
Por lo tanto, antes de entrar en los casos, es importante tener presente que la incorporación de nuevos miembros en la Iglesia no es la extensión de un grupo de poder, sino la entrada en la amistad con Cristo, que une el cielo y la tierra, continentes y épocas distintas.
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