martes, 26 de mayo de 2009

Historia de Iqbal Masih (Cap1)

Empezamos a publicar la vida de Iqbal Masih por capítulos en homenaje a este gran luchador cristiano.


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1.- IQBAL ES VENDIDO
Empezó en el año 1986. Y las bromas de sus parientes más cercanos sobre el futuro conyugal de Aslam se multiplicaban... A los 22 años pasados, Aslam, por su madre, debía fundar un hogar. De complexión fuerte, aspecto tosco y poco locuaz, este hijo mayor nacido de su primer matrimonio debería encontrar un alma gemela más tar-de. Pero sus orígenes muy modestos y sus treinta rupias diarias peno-sa-mente ganadas en un taller de ladrillos cercano no era muy seductor.

Con menos de mil rupias, el hermano mayor se quedó soltero. El imparable número de sacrificios realizados en cada familia pakistaní para casar a los hijos mayores y asegurar una honorable descendencia había desencadenado, en casa de Inayat Bibi, una sed desenfrenada de rupias.
En el subcontinente indio los intocables seguían llevando como una cruz el peso de las costumbres ancestrales. Allí viven millones de personas que a lo largo de los siglos se han convertido al cristianismo para escapar del oprobio de las castas superiores.

Su hijo Aslam empezaba a superar una etapa decisiva donde su éxito se reflejaría en los suyos. También sus dos hermanastros menores, Iqbal y Patras, debían mostrase solidarios con su hermano mayor. Al igual que su madre y sus vecinos aferrados en preparar el matrimonio de sus hi-jos, esta campesina pobre de Haddoquey no entendía por nada del mundo estar libre de esta obligación: reunir una suma apreciable para permitir a su hijo construir una casa o adquirir tierras antes de la unión ardientemente deseada.

Y fue así como Iqbal fue vendido. El pequeño de los tres hijos de Ynayat Bibi, el débil Iqbal al que las mujeres del pueblo tenían costumbre de ver diariamente llevar agua para sus vecinos en bidones pesados de agua clara, tenía ya más de seis años. Quizás tenía más de 10 años si nos fiamos de la fecha de nacimiento dada en 1983 por su madre al cura de Haddo-quey, José Luis, en el bautizo de su hermana pequeña Sobya.
Pero observando al pequeño Iqbal, encorvado por el peso de la carga, su es-tatura era comparable a la de un niño de cuatro o cinco años, nada sería más arriesgado que adivinar su edad. Por otra parte ¿qué importancia tiene esto?
Para Inayat, Aslam debía casarse pronto y él mismo no cesaba de que-jarse. Iqbal tenía que esperar la edad de seguir el ejemplo de otros ni-ños nacidos en familias desfavorecidas de Punjab: la edad de llegar a ser esclavo.


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